top of page
Search

El karma de la conversación

  • Writer: Janet Rudman
    Janet Rudman
  • Nov 29, 2018
  • 2 min read

Me encantan las películas de amor. Ayer estuve en la piel de un personaje de reparto. Me enteré hace un rato cuánto descoloca a Ruben que su esposa le pregunte por mí. Pensé que era paranoia, porque hace un año que no nos vemos. Yo formaba parte de su equipo de ventas. Después de que renuncié, seguimos en contacto. Nos encontramos en varias fiestas del rubro. Me llamaba con cualquier excusa y yo lo atendí siempre. Nos vimos muy pocas veces después de que dejamos Aunque, en realidad, no dejamos porque según él nunca estuvimos juntos. Almorzamos un par de veces después de su casamiento con Marisa. Inventaba excusas para verme y yo las aceptaba. Miraba para atrás al salir del restaurante como si fuera James Bond. Un poco gordito para ser un sex symbol. Tenía una mirada seria, aún cuando se reía. Se hacía el intelectual pero su humor era guarango, típico de los tipos que se mandan videítos por whatsapp. Tenía un pelo enrulado que me fascinaba toquetear. Era un recién casado que engañaba a su flamante esposa con una ex que ni siquiera era ex.

Son las doce de la noche, me acosté y volví a levantarme. La conversación me quedó atragantada. ¿Por qué insiste en contactarse conmigo, si eso incómoda a esa mujer que eligió para casarse por segunda vez? Lo que sentía por mí era deseo puro y simple, me lo repetía cada vez que me llamaba. De tanta repetición, pensé que se quería convencer a sí mismo. La vez que me dijo que no nos íbamos a ver más, entre ñoqui y ñoqui, me di cuenta de que no le podía echar en cara su falta de honestidad.

Esta historia mínima pertenece al pasado, quedó en ese departamento ultramoderno pintado de azul, en aquellas noches apasionadas. Café, masitas de Pellegrin, los Beatles al mango y él y yo. Siempre definí la relación como "not enough". Nunca me presentó a sus hijos, ni a su madre. Siempre ponía excusas. Cuando escuché ayer su explicación de por qué me llamaba a escondidas, tomé consciencia de que lo angustiaba la idea de que Marisa sufriera.

Yo quería verlo antes que terminara el año, fruto de mi fantasía romántica de ser la protagonista de la película “El próximo año, a la misma hora”, esa peli dónde los personajes se ven una vez por año durante treinta años.

Me conformo con tener una vida como la de mucha gente. Aburrida y solitaria. Extraño sus abrazos. Me voy a buscar un taller de esos que la gente se da abrazos de siete minutos.


 
 
 

コメント


Recent Posts
Archive
bottom of page