Por favor no compre más nada y váyase
- Por Janet Rudman
- Jun 15, 2018
- 3 min read
Qué bendición es Mercado Libre, a pesar de que me genera sentimientos encontrados. Me da lástima regalar todo si puedo venderlo. En todas las reuniones hay gente que alardea de lo mucho que vende sus cosas usadas en Mercado Libre. Yo soy tan pero tan despistada, que un día postee, una máquina de coser, alguien me la pidió, la regalé y me olvidé de sacarla de Mercado Libre. Como alguien clickeó comprar, tuve que pagar la comisión sin haberla vendido. Cosas que me pasan a mí.

En otra época, se regalaban las cosas o se mandaban a un remate. Ahora se sacan fotos, se suben a la web, se elige el modo de publicación. Quiero terminar con esta historia y que todos los muebles de de la casa de mi abuela desaparezcan de una vez. Me gustaría que apareciera un genio de la lámpara y dejara la casa vacía y pintada, pronta para ser alquilada o vendida.
Se encuentran cosas muy insólitas por acá, como publicaciones del diario El Día del Mundial del 50, seguramente habrá algún coleccionista que le interese, o discos de pasta de diferentes estilos musicales. Hay música de Frank Sinatra, de Edmundo Rivero y de los Beatles. Me olvidé de Zitarrosa y los Olimareños. No voy a buscar coleccionistas, eso lo voy a regalar o tirar a la basura.
Publiqué en Mercado Libre cuadros, mesas, sillones, sillas y alfombras. Ayer vino una mujer que desafío los límites de mi paciencia. Revisó cada cosa que yo había publicado, aún aquellas cosas que no pensaba comprar ni en la próxima vida.
Me hizo una oferta por una mesa que yo tenía vendida y no sabía cómo hacerle entender que no acostumbro a vender la misma pieza dos veces. La mujer hablaba y hablaba, más que yo, que ya es mucho decir. Me contó que era obsesiva de la limpieza, pero no trabajaba en el rubro, era su hobby. Fregaba el piso hasta cinco veces por día. Compraba esponjas de aluminio al por mayor. Para ella, no había satisfacción más grande verse reflejada de una olla. Era tan limpia que un día fue al baño en la casa de la cuñada y se puso a limpiar las uniones de los azulejos porque le pareció que tenían un tinte grisáceo. Eso hizo que su hermano le pegara flor de puteada a su mujer aduciendo que tenía la casa hecha una mugre. Yo le ofrecí que si quería venir al apartamento de mi abuela a limpiarlo, viniera cuando quisiera, y de paso se podía llevar ese juego de té que tanto miraba de reojo.
Se llamaba Cornelia y todo le gustaba. Era una acumuladora de pura cepa. Quería comprar los jarrones chinos, las tazas, me rogó que le avisara si el señor que había comprado la mesa se arrepentía. Al final, terminó llevándose un juego de café, una alfombra grande, tres cuadros, dos que había pintado mi hermana en el primer taller de pintura que hizo, el otro era una reproducción de un Klimt. Al final, para que se fuera, hice venir a una amiga que vive cerca para que me ayudara a borrarla. Le dijimos que teníamos un evento de Sudy-Lever. Se me ocurrió decirle que era de Cif, menos mal que no preguntó si podía ir. Me ofreció menos dinero del que yo pedía por un sillón y una mesa y venir si no se había vendido, pero llegué a la conclusión de que prefería no verla más en mi vida y mucho menos escucharla.
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