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Georgios Papanicolau

  • Writer: Janet Rudman
    Janet Rudman
  • Jan 3, 2017
  • 2 min read

Este señor hizo un gran descubrimiento en la medicina. Pero lo odio. Fui, sin pensar mucho, este año a mi revisación anual. Le tengo mucho más pavor que a la visita al dentista. Soñé con el doctor persiguiéndome con el espéculo de metal en sus manos alrededor de la silla ginecológica. Ya me enteré de que ahora son de plástico y descartables.¿No llegará la época que el pap sea on line? O tal vez un robot, que seguramente será mejor que los humanos que me lo hacen desde que tengo memoria?

Entro en la sala del médico cargada con la campera, la cartera, los lentes y el celular en la mano. Se me cae todo al piso porque mi torpeza aparece. Me siento y me hacen el mismo interrogatorio año a año. ¿Será que no conocen el icono de guardar en la compu? Otra vez le cuento que tuve un solo embarazo, una sola hija y mi edad.

Me pregunto quién inventó la idea de sacarse solamente la ropa interior del lado izquierdo. Me saco el pantalón, la ropa interior, los zapatos y salto en una pata hasta sentarme en la camilla. Me acuerdo del trabajo que hacemos en la clase de gimnasia sobre el equilibrio. Coloco los pies en unas estructuras de metal, que me recuerdan a los estribos de un caballo. Tapan mis partes íntimas con una tela. La doctora me dice que estoy muy tensa, que ponga la cola cerca del final de la camilla para realizarme el estudio. “Si no te aflojas, es imposible,, sos una mujer grande” Sí, gracias, doctora, sé que tengo 50. El espejo me lo recuerda todos los días, ¿cuál es la necesidad de aludir a mi edad, al introducir un objeto extraño en mi vagina, no para brindarme placer, sino para asegurarme de que se extendió por un año más mi estado de “libre de cáncer”.

¿Qué se espera de la paciente en una camilla ginecológica? Que haga meditación y se relaje. Entonces la próxima me tomo un rivotril o hago un curso en el Arte de Vivir antes de ir. Me preguntó si tengo dolor al tener relaciones sexuales con tremenda cara de pocos amigos. ¿Quién se cree que es para interrogarme, con un tono irónico, sobre mi vida sexual? La empatía no es su fortaleza.

El concepto es: acóstate, aflójate, abrí las piernas, sentite comodísima, sino no puedo trabajar, y andate bien rápido. ¿Es mucho pedir un par de velas en el consultorio, una voz amable, una música de relajación y un tratamiento más humano?

El mejor momento es cuando me dan un informe y me dicen que me vaya. Respiro hondo. La pesadilla pasó. Hasta el año que viene no me ven la cara.


 
 
 

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